Celebramos 10 años de Debates de Educación dando voz a la comunidad educativa.
Soy catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Especialista en Economía de la Educación y Economía del Estado del Bienestar.
La financiación educativa debe diseñarse con un objetivo esencial: la equidad. No solo debe garantizar un trato igualitario (este sería el un objetivo de equidad “modesto”) sino ir más allá y buscar la garantía de resultados educativos igualitarios. Los sistemas basados en la comprensividad y en la inclusión son los mejor orientados en este sentido, según los estudios comparativos internacionales.
Una buena financiación educativa debe incluir una serie de programas y proyectos evaluados convenientemente. Es necesario realizar una evaluación ex ante, previa a la implantación de los programas y proyectos, mediante simulaciones y, en caso necesario, aplicaciones piloto. Más tarde, una vez los programas y proyectos en curso de aplicación, habrá que evaluar su impacto real. Esta evaluación de impacto, que tenga en cuenta el coste de la intervención, permitirá tomar decisiones alrededor del destino futuro de los recursos económicos.
Demasiado a menudo, en la financiación educativa, hemos visto cómo se han destinado recursos a programas cuya eficacia (en términos de resultados educativos, por ejemplo) no se ha evaluado. Esto es muy perjudicial, especialmente en momentos de ajustes presupuestarios como los previstos para los próximos años, ya que no resulta posible priorizar aquellas intervenciones de eficacia elevada.
En los últimos años se ha intensificado la presión entorno a la vinculación entre evaluación (de los centros educativos y del profesorado) y la financiación. De la misma manera que la evaluación de los centros orientada a proporcionar información a las familias de cara, en todo caso, a su elección, debería tener en cuenta la posición de partida y el tipo de usuarios de cada centro, la evaluación orientada a proporcionar incentivos financieros debería tener en cuenta el concepto de valor añadido.
La diversidad en las posiciones de partida de los distintos centros educativos hace que resulte injusto un trato homogéneo a la hora de asignar incentivos, tanto a nivel de centro como a nivel de profesorado. Por lo tanto, es aconsejable introducir correcciones que permitan la valoración en función de la aportación del profesorado a dicha evolución.