Celebramos 10 años de Debates de Educación dando voz a la comunidad educativa.
Soy profesora de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Barcelona y miembro del Grupo de Investigación en Educació Moral (GREM por sus siglas en catalán).
El compromiso se construye en la relación educativa y, por tanto, no es algo exclusivo del estudiante sino que se configura en la complejidad del proceso de enseñanza y aprendizaje. El compromiso se cultiva en la relación pero sobre todo se retroalimenta en los diferentes encuentros educativos entre estudiante y docente dentro del aula y desde la percepción que tenemos de cada uno de ello. Ambos, estudiantes y docentes, necesitan sentirse reconocidos y respetados como agentes activos dentro del proceso de enseñanza- aprendizaje. El estudiante se comprometerá en la medida que percibe que se confía en sus posibilidades y competencias, a la vez que se siente reconocido como aprendiz activo que evoluciona progresivamente dentro de su singularidad. Por lo tanto, cuidado con exigir compromiso y responsabilidad únicamente al estudiante al margen de garantizar un clima abonado desde la confianza y el reconocimiento mutuo.
Aprendemos en la medida en que nos atrapa y seduce el conocimiento, cuando nos damos cuenta de que somos capaces de hacer cosas con él y que estas cosas inciden en el entorno que nos rodea, transformándolo y transformándonos. Reconocerse como aprendiz activo que es capaz de ir más allá de lo que sabía hacer inicialmente genera más ganas de aprender. Cuando nos damos cuenta de que lo que aprendemos tiene sentido y es útil —en el marco de las relaciones que establecemos con el entorno y con los demás— entonces nos atrapamos en esta relación casi "adictiva". El aprendizaje significativo y transformador atrae al estudiante generando compromiso, satisfacción, ganas de seguir aprendiendo y pasión por aprender. En definitiva, el aprendizaje debe generar satisfacción y bienestar personal. Este es el gran reto de la educación, garantizar que sus prácticas atraigan y atrapen a los aprendices desde lo que son y lo que saben.
La responsabilidad individual en el propio proceso de aprendizaje no se adquiere de un día para otro ni de forma espontánea sino que se construye en compañía de otros que nos guían y ceden responsabilidades progresivamente. A responsabilizarte se aprende responsabilizándose; teniendo oportunidades de tomar parte activa dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje. Esto pasa por reconocer por qué aprendemos, implicándonos en la planificación del proceso de aprendizaje, identificando las acciones que nos llevarán a aprender, desarrollándolas y evaluándolas. Los niños, jóvenes y adultos, deben liderar estos proyectos formativos, definiendo qué quieren aprender y/o como lo aprenderán. La participación en este proceso genera compromiso y potencia el aprendizaje. Algunos ejemplos serían prácticas como el trabajo por proyectos, el estudiante como investigador activo, las asambleas dentro del aula, etcétera.