Celebramos 10 años de Debates de Educación dando voz a la comunidad educativa.
Profesor de Pedagogía en la Universidad de Vic. Dirijo la Escuela de Doctorado de dicha Universidad.
Encontramos juntas la equidad y la calidad en aquellos proyectos que los equipos de maestros ponen en marcha para que el alumnado aprenda más y mejor y para que ellos mismos encuentren sentido en su tarea profesional. Procesos de innovación en centros con voz propia. Una voz pedagógica, un discurso propio, como contrapunto a las modas, a los apriorismos y a la resignación. Escuelas en red, compartiendo proyectos y experiencias con transparencia para ser evaluadas y enriquecidas con las aportaciones de colegas. Ubicadas en un entorno que acepte este arrojo de los maestros, en un circuito de confianza que se debe construir siempre, que no se da por descontado. Proyectos que, muy a menudo, cuestionan los límites administrativos, corporativos y organizativos en beneficio de unos proyectos de enseñanza-aprendizaje rigurosos, innovadores y sostenibles durante toda la vida del centro educativo.
No hay fórmulas milagrosas. Necesitamos claramente una mayor continuidad en los flujos de dinero y de recursos hacia los entornos más desfavorecidos y contar con intervenciones de política educativa incisivas y profundas según los contextos. Es una gran hipocresía proclamar la importancia de la educación y, al mismo tiempo, debilitarla con recursos por debajo de la media europea año tras año, con restricciones burocráticas impasibles y con instrumentalizaciones políticas y mediáticas de todo tipo que acaban por llevar a pensar que equidad y calidad es un binomio imposible. Y, en cambio, cuentan con experiencias que avalan que es una pareja de hecho, real y factible. Las comunidades educativas que tienen éxito no son casos anómalos, sino que se convierten en fuente de inspiración para avanzar y para exigir a los gobiernos continuidad y profundización en la mejora de las condiciones de posibilidad.
La escuela debe prever las condiciones diferenciales que cada alumno necesita según sus características personales, sus deseos, y según las expectativas que tiene sobre su propia capacidad de construir su futuro. Un aprendizaje logrado implica el reconocimiento de las diferencias individuales, la presencia de las emociones, la inclusión de todo el alumnado y la capacidad de establecer conexiones con lo que se aprende fuera de la escuela. No se trata de buenas intenciones, sino de las condiciones que, según todas las investigaciones, realmente hacen posible el aprendizaje. Los contextos desfavorecidos no pueden convertirse en una condena predeterminada sobre lo que el alumno será capaz de hacer. La escuela democrática es el espacio de la posibilidad. Entre las condiciones de partida y las perspectivas de futuro de nuestros alumnos, el aula puede convertirse en un espacio para crecer académica y socialmente.