Fundació Jaume BofillUniversitat Oberta de Catalunya (UOC)
Joan Badia
Joan Badia
Profesor de lengua y literatura en educación secundaria obligatoria

Soy profesor de lengua y literatura en la educación secundaria obligatoria. Actualmente trabajo en la SI Bages Sud, de Castellbell i el Vilar, al pie de Montserrat. Antes he ocupado cargos de responsabilidad sobre innovación educativa, política universitaria, formación permanente del profesorado, etc. También soy autor de libros de texto y de manuales para aprender lengua catalana.

Las 3 cosas que he aprendido

No podemos organizar la escuela del futuro sin contar con las personas que tienen que aprender en ella
1

La importancia de cada alumno como persona

¿Qué más da que nos declaremos partidarios del paidocentrismo (“el centro de la enseñanza es el alumno”) o de cualquier otro concepto? Lo cierto es que la educación no tiene sentido sin tener en cuenta al otro, es decir, a quien aprende, el alumno, el estudiante… Y sin tenerlo en cuenta en toda su integridad: como persona que está en una etapa de su vida, como persona que evolucionará y se convertirá en miembro de la sociedad en la que vivimos, como aprendiz, como “maestro” (¡también podemos aprender de ellos!) y como ciudadano. Durante demasiados años la didáctica y otros saberes conexos han olvidado este principio elemental: la persona (con sus saberes, su potencial para aprender, sus emociones, sus roles…) que ha de aprender es quien debe darnos la pauta para nuestro trabajo como enseñantes. Evidentemente, no queremos decir que esta persona deba indicarnos el camino, ya que, como profesionales, el camino tenemos que marcarlo nosotros. Pero no partir de quien aprende puede suponer el fracaso más rotundo de la educación. No podemos organizar la escuela del futuro sin contar con quienes han de aprender en ella. Los líderes educativos actuales y la escuela del futuro no deberían olvidar nunca esta dimensión.

2

La importancia del grupo

Otra cosa que he aprendido estos años es el gran peso que tiene el grupo. Las personas no viven aisladas, ni el grupo es la suma individual de las diferentes personas que lo forman. Un grupo es algo más. El grupo nos da forma, nos hace reaccionar y nos asigna un rol. Cuando los padres nos dicen que en casa este chico o esta chica se comporta de modo muy diferente a como se comporta en clase, no nos está engañando. Efectivamente, las personas asumimos un papel diferente según los contextos en los que nos movemos y el papel que queremos/podemos desarrollar en ellos. Por lo tanto, deberíamos sumar más las aportaciones de la psicología social. Y deberíamos saber cómo hacemos jugar al grupo a favor de la mejora de la educación y del aprendizaje. El liderazgo en los centros educativos tiene que hacer jugar a los grupos para mejorar el aprendizaje de todos: también del profesorado. La escuela del futuro seguro que cuestionará nuestra manera de hacer los grupos actualmente: por edades (¿no tiene sentido?), por capacidades (¿por qué?). Quizás empieza a ser hora de que gestionemos los grupos como son en la vida: heterogéneos, diversos, con mezcla de intereses, con riqueza de aportaciones. La gestión del conocimiento nos indica claramente el camino.

3

Preparar a los alumnos de hoy para los retos del mañana

Cuando me imagino a los alumnos de hoy de aquí a diez o veinte años, a veces pienso que me reprocharán que no les haya preparado adecuadamente para los retos que les esperan… Pero es que, aparte de darles una escala de valores y las herramientas intelectuales para poder generar nuevo conocimiento, no se me ocurre demasiado más que facilitarles. Quizás debería añadir la confianza en su capacidad de agencia, es decir, que “si quieren, pueden” transformar la realidad. Para ello, hay que saber analizar esta realidad, establecer relaciones positivas con los demás, tener objetivos claros… ¡y ponerse a trabajar en ello! El mundo que les espera es en buena medida el mundo que se construyan ellos mismos a partir de sus conocimientos y de su voluntad y esfuerzo. Soy partidario de que la escuela sea, sobretodo, y antes que nada, un espacio de aprendizaje para afrontar los retos, para establecer vínculos positivos, para deshacerse de los negativos, para educar la voluntad y el esfuerzo, para aprender conocimientos y herramientas intelectuales para producir conocimientos, para afrontar los desengaños, para corregir los errores y aprender de ellos, para emprender, para crear e imaginar nuevas situaciones… Mucho trabajo y poco tiempo. Como siempre: Ars longa, vita brevis!

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