Las 3 cosas que he aprendido
A lo largo de la vida, no solo a lo largo del tiempo laboral de la vida
El aprendizaje o formación a lo largo de la vida rompe la frontera temporal educativa que la tradición situaba o bien al final de la etapa obligatoria o bien en el momento de alcanzar algún título profesional de cualquier nivel. Ahora ya se postula que la educación continúe toda la vida. La idea que mucha gente tiene de ello es la de la actualización, a menudo llamada “reciclaje”, de signo profesional o laboral: dado que la aceleración de los cambios tecnológicos y productivos es tan alta, se considera que todos los trabajadores, todos los técnicos y profesionales, incluso los titulados más solventes, necesitan poner periódicamente sus conocimientos al día e incorporar los avances que las más variadas tecnologías ponen al alcance del aparato productivo. Pero esto solo justificaría una formación a lo largo del “tiempo laboral”, y de lo que estamos hablando es de una formación “a lo largo de la vida”. Así pues, cuidado con este reduccionismo que nace del error conceptual básico de “vivir para trabajar” en lugar de “trabajar para vivir”.
El cerebro humano, capacidad para mejorar siempre al servicio de una vida en plenitud
Toda persona responsable ve que siempre puede mejorar sobre sí misma, y que la plasticidad de su cerebro –que es verdaderamente espectacular en la edad infantil, aunque después se reduzca– se mantiene toda la vida mientras no haya enfermedades o accidentes graves. Toda persona, por lo tanto, mientras tenga la posibilidad de influir en la conformación de su cerebro para disfrutar de una vida más plena, tiene como mínimo el derecho –y para muchos, cada vez más el deber– de procurar su propia mejora. Dado que los objetivos formativos son incontables en este mundo tan rico y diverso de estímulos, la formación posible de cada persona seguro que desborda nuestro limitado tiempo de vida. Mantenerse en actividad y con compromiso con la propia formación toda la vida es también una forma de poner en valor, verdaderamente, la experiencia misma de vivir. Si la vida no está siempre acompañada de una actitud autoeducativa, la experiencia se convierte en rutina ciega y estéril, repetición burda de aquello que se ha hecho siempre y que siempre se hará igual.
Formación a lo largo, pero sobre todo “a lo ancho”, de la vida
Más allá de la mejora periódica de la capacidad productiva, toda persona tiene derecho a la mejora permanente de aquellas capacidades, habilidades o tratamientos de materias de la vida que le sean de interés. Un país que ha sido siempre muy poco estimulador de la formación cultural en terrenos como la música, el teatro, la literatura, las artes plásticas –o todavía menos en los de formación de hábitos de participación social y política– necesita verdaderamente que se difunda la idea de que siempre se está a tiempo de formarse. El momento del aprendizaje cultural, artístico, social o político nunca pasa. El objetivo principal de esta formación a lo largo y “a lo ancho” de la vida sería alcanzar la plenitud, entendida en toda su pluralidad y forma poliédrica de valores que el sistema educativo formal tiende a reducir, erróneamente, a los aspectos más estrictamente cognitivos de la construcción personal. Valores éticos, sociopolíticos, culturales y estéticos o de sensibilidad por las artes y la naturaleza serían los protagonistas.
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