Fundació Jaume BofillUniversitat Oberta de Catalunya (UOC)
Neus Sanmarti
Neus Sanmarti
Profesora emérita, Universidad Autónoma de Barcelona.

Soy profesora y química, doctora en ciencias químicas y especialista en didáctica de las ciencias. He trabajado especialmente en la investigación de la evaluación formativa, el lenguaje en relación al aprendizaje científico y la educación ambiental, así como en la formación permanente del profesorado de ciencias.

Las 3 cosas que he aprendido

Más que saber reproducir muchas ideas aisladas, necesitamos haber incorporado redes de ideas interrelacionadas
1

Sin conocimientos no se puede ser competente

A veces se piensa en las competencias como si fueran habilidades y estrategias (un saber hacer) diferenciadas de lo que es el conocimiento cultural acumulado por la humanidad a lo largo de los siglos. A menudo también se asimila una enseñanza “activa” o “no tradicional” con una enseñanza que no da importancia al aprendizaje de este saber. Pero como muy bien insiste Philippe Perrenoud, ser competente en el mundo actual exige ser capaz de activar y utilizar lo que denominamos “conocimiento”. Sin embargo, la pregunta es “¿qué conocimiento?”. En los últimos años hemos aprendido que más que saber reproducir muchas ideas aisladas, necesitamos haber incorporado a la memoria redes de ideas interrelacionadas, generales pero que expliquen muchos hechos y nos permitan actuar de forma eficaz en un mundo en constante evolución. Necesitamos saber “mirar” creativamente y desde diversas perspectivas estas redes de ideas, y saber utilizarlas para construir nuevas narraciones, para jugar y trabajar con los demás con empatía, para emprender, para entendernos a nosotros mismos y a nuestro entorno. En palabras de Jacques Delors, la educación tiene que proporcionar los mapas de un mundo complejo y en constante cambio, que deben ser la brújula para navegar por él.

2

Hay que enseñar a encontrar el placer en el conocimiento

Cuando se habla tanto de la cultura del esfuerzo hay que reivindicar también la del placer. Es cierto que para llegar a sentir placer debes esforzarte, pero esto no es contradictorio con la necesidad de encontrar, día a día, el placer en el conocimiento, el placer que surge de comprobar que nos sirve para explicar muchas más cosas que aquellas que pide el profesorado en la escuela, para tomar decisiones cuando tenemos dudas y para pasarlo bien y aumentar nuestra autoestima. Cuando un chico o una chica descubre este placer, el esfuerzo está detrás. Pero también es cierto que para poder llegar a experimentarlo, toda la “tribu” debe acompañar al aprendiz, especialmente al inicio, cuando el camino es duro, cuando hay que superar obstáculos y es fácil caer a menudo. El proceso de descubrimiento de este placer no es lineal, sino que necesita ir acumulando pequeñas experiencias que hacen que un día, sin esperarlo, se produzca el “clic” y ya no se deje de querer al saber. ¿Por qué deberíamos renunciar, la escuela y las familias, a este ingrediente clave del aprendizaje y del sentido de la vida? No en vano, uno de los expertos consultados por la OCDE para definir cuáles serían las competencias clave, las especificó a partir de lo que pensó que necesitamos para ser felices.

3

La autonomía pasa por ser capaces de autoevaluarnos

Todavía recuerdo como me impactaron las palabras de Georgette Nunziati, escritas en 1990, en las que afirmaba que la finalidad fundamental de todo proceso de enseñanza es favorecer que los chicos y chicas lleguen a ser aprendices lo más autónomos posible, que sean capaces de reconocer sus errores y encontrar caminos para superarlos. Unos años más tarde, cuando la capacidad de actuar de manera autónoma se convirtió en una de las tres competencias clave en el marco de la UE, se otorgó una función básica a la autoevaluación. Detrás de la idea de autoevaluación hay una nueva visión de lo que entendemos por evaluar y, sobre todo, de su finalidad. Debemos dejar de entender la evaluación solo como la actividad que informa sobre el nivel de aprendizaje alcanzado, y pasar a concebirla como el proceso que permite conocer reflexivamente, es decir, saber qué sé, explicar cómo lo he aprendido y escoger el camino para continuar aprendiendo. No hablamos de un cambio superficial, ni de una capacidad que sea fácil desarrollar, pero si tuviera que priorizar una de entre el abanico de capacidades que se acostumbran a enumerar, no tengo ninguna duda que sería esta la que escogería, porque es la que nos permite continuar aprendiendo siempre y en cualquier contexto.

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