Licenciada en Económicas por la Universidad de Barcelona y profesora del departamento de Economía e Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona. Fue miembro de la junta del Ateneu Barcelonès y patrona de la Fundación Jaume Bofill de 2002 a 2010, y vicepresidenta de actividades de 2005 a 2007. Desde 2008, fue miembro de la junta nacional de Òmnium Cultural y fue presidenta dos años después.
En cuanto a las publicaciones, cabe destacar Economía crítica: una perspectiva catalana; Edicicions 62 (1973).
Las 3 cosas que he aprendido
La paciencia; no tener prisas
En una clase o, aún más, en una consulta en el despacho, no hay que tener prisa a la hora de explicar un tema. A veces el profesor precipita el razonamiento porque ya sabe hacia dónde quiere ir y tiene ganas de llegar a la conclusión, pero es importante que el alumno vaya haciendo su propio camino mental, descubriendo los pasos de la explicación. Incluso es bueno saber esperar y no intervenir cuando el razonamiento se desvía del camino.
Es posible que el alumno vuelva al camino por si solo y, si no, será el momento en que se le deberá ayudar. Por tanto acostumbrémonos a esperar y observar.
La dificultad reside en saber gestionar el tiempo que suele ser demasiado escaso.
Por ello, hay que afrontar el problema de unos planes de estudio cargados de información innecesaria.
La humildad; los profesores no lo sabemos todo
Mi experiencia enseñando Economía en la universidad muestra que a menudo hay preguntas, afirmaciones o reflexiones hechas por alumnos que te hacen descubrir algo que tú no sabes. Una visión diferente de alguna aproximación teórica, una aportación concreta a partir de una experiencia vivida u observada; escuchar con atención y respeto, incluso cuando el comienzo de la intervención hace sospechar que no habrá una aportación que valga la pena, puede reportar sorpresas interesantes.
En estos casos hay que tener cuidado de no permitir que la conversación sea demasiado superficial; hay que ir reconduciendo los argumentos hacia el tema objeto del estudio de esa clase.
Aquí encontramos el problema de unos planes de estudio más inspirados por la vanidad que por el servicio al conocimiento. ¡Muchos conocimientos no es sinónimo de un mejor conocimiento!
La clase magistral es útil
Ciertamente, el contacto en grupos pequeños permite ayudar al progreso de los alumnos. Pero eso no significa que las explicaciones "magistrales" en grupos numerosos se deban abandonar. Para la exposición inicial de un tema, para la presentación de las aportaciones realizadas por autores de referencia, para la divulgación de datos estadísticos o de otro tipo, la clase tipo conferencia ante un número grande de oyentes tiene mucho sentido.
En algunos casos se puede disponer de la grabación de algún autor importante, lo que favorece la sensación de conocer a esa persona y estimula las ganas de estudiar lo que ha escrito. Pero incluso cuando se trata de un profesor corriente creo que no debemos abandonar este tipo de clase. Seguro que su efecto mejora si se combina con tutorías.
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