Celebramos 10 años de Debates de Educación dando voz a la comunidad educativa.
Soy antropóloga y coordinadora del Grupo EMIGRA. Trabajo sobre diversidad y desigualdades educativas, especialmente entre hijos e hijas de inmigrantes y minorías desde una perspectiva comparativa internacional. Actualmente, soy vicerrectora de Alumnos y Cooperación de la UAB.
La educación debe considerarse como la primera y la más importante política social porque es la única manera de llegar a todos los niños y jóvenes del país. Garantizar la equidad y el disfrute de recursos educativos y sociales de acompañamiento a la escolaridad sólo puede hacerse si estos recursos son de la más alta calidad y los niños y jóvenes se exponen sin distinción de clase u origen. Tenemos ejemplos históricos de referencia en Cataluña, durante la II República, que no se han vuelto a repetir con la misma convicción ni alcance. Hay una gran diferencia entre la calidad de las experiencias educativas entre hijos de familias ricas e hijos de familias pobres. Ahora mismo, estamos asistiendo al desmantelamiento de los planes y de los programas de mejora que no se han podido desarrollar ni evaluar en condiciones. Dos ejemplos claros son el injustificado desprestigio de la comprehensividad, que requiere tiempo y dinero para poder dar resultados, y el menosprecio de la investigación por parte de las políticas educativas.
Yo veo cómo persiste con fuerza un sistema escolar clasista y un modelo de escuela segregador que naturalizan –sistema y escuela– las desigualdades educativas porque se centran en los resultados de los alumnos y no en las oportunidades y los recursos de que disfrutan. Periódicamente vuelve la obsesión por la evaluación de los productos y no de los procesos, y el énfasis en el esfuerzo y las capacidades individuales, trasladando al alumno y a su familia las responsabilidades del sistema educativo y la escuela. El ejemplo más flagrante ahora mismo es la segregación entre escuelas y dentro de las escuelas, que tiene como consecuencia la progresiva expulsión de cantidades importantes de alumnos, los de los sectores sociales más empobrecidos, con una de las tasas más altas de abandono escolar de la UE que coexiste con un alto paro juvenil. Escuelas o itinerarios de menor calidad impactan de forma directa en el aumento de la inequidad.
Es fácil constatar que los conocimientos de la investigación educativa más avanzada y las concepciones de la educación y la práctica docente más logradas están muy ausentes en los responsables de hacer funcionar las escuelas en la práctica: el profesorado. Aspectos fundamentales de los cambios educativos necesarios para acercar la organización escolar, el diseño del currículum y de las actividades de enseñanza y aprendizaje con el alumnado, etc. están basados en inercias incomprensibles cuando se pone de modelo un sistema educativo y una organización escolar como la de Finlandia. Y no parece que la formación que recibe el profesorado de infantil, primaria y segundaria pueda transformar con fuerza las concepciones y las prácticas heredadas sobre qué tipo de lugar debe ser la escuela y qué tipo de relaciones sociales y afectivas deben establecerse para responder de forma óptima a las necesidades de niños y jóvenes, así como de sus familias y entornos. Es un lugar común escuchar los relatos frustrados de los estudiantes de magisterio al volver de sus prácticas, así como del profesorado novel en los centros. No ayudan demasiado tampoco los demás profesionales que debería velar por la equidad y la calidad, como por ejemplo los inspectores y las administraciones educativas.