Fundació Jaume BofillUniversitat Oberta de Catalunya (UOC)
José Luis Castillo Chaves
José Luis Castillo Chaves
Profesor de Educación Secundaria

Mi principal mérito es ser tutor. Es verdad que he sido cargo directivo y jefe de departamento, pero lo que más me ha ilusionado en los 25 años que llevo dando clase es ser tutor. De grupos de la ESO, preferentemente. Y de 1º ESO más aún.

Aparte de esta cuestión he trabajado en los Servicios Centrales de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía (en la Dirección General de Educación Permanente y Formación Profesional) como responsable de la implantación de la modalidad semipresencial en Educación de Personas Adultas. Y he colaborado, allí, con los responsables de la elaboración de los materiales que se ofertaban al profesorado para usarlos en dicha modalidad y en el diseño y elaboración de las pruebas libres de Educación de Personas Adultas. Ha sido un placer contribuir a que mucha gente pudiera dar a su vida el cambio que quería o necesitaba. Porque han sido decenas de miles de títulos los que se han logrado gracias a estos cambios en los que he tenido la fortuna de poder colaborar. Un auténtico privilegio.

Las 3 cosas que he aprendido

1

La inclusión no es un lujo, es una necesidad

La educación pública no segrega. Eso se lo deja a casos en la privada. La educación pública aspira a que cada persona obtenga de sí misma lo máximo. Pero para eso se requieren entornos colaborativos. Porque lo máximo nunca, nunca, absolutamente nunca, aparece cuando la educación se vive como experiencia individual. Solo cuando es una experiencia social, colectiva. En la que cada persona aporta. Unas más, otras menos, Pero cada cual suma lo suyo y así hace crecer a los demás. Es emocionante cuando alumnado acostumbrado a aprobar sin problemas, que pasa de trabajar de modo individual a hacerlo colaborativamente con otros con historial o expectativas de fracaso escolar, descubre que esas personas, que consideraba situadas por detrás, tienen ideas que le hacen crecer y las comparten. Es emocionante ver cómo se transforman las valoraciones que el sistema educativo, con su enfoque calificador y de trabajo aislado y en silencio (el famoso "¡niño, cállate!"), queda desbordado por la colaboración.
2

Cuando educación y aprendizaje se hacen incompatibles hay que optar por el aprendizaje

Educación y aprendizaje no son lo mismo. Educación es una organización. Que aunque tenga como intención el aprendizaje, no siempre lo genera; es más, la mayoría de las veces NO lo genera o promueve. Y en esos casos ha de predominar la fidelidad a la intención originaria sobre las fidelidades a perversiones o desviaciones de la organización. Por muy funcionarios que seamos. Porque nuestra obligación de servicio público no se puede ver supeditada a unas normas que evolucionan con más lentitud que los usos sociales o las necesidades de las personas en tiempos cambiantes. Un ejemplo puede ayudar. ¿Por qué están prohibidos los móviles en la mayoría de centros? ¿Por qué se priva de oportunidades de aprendizaje a quienes pueden usarlos para convertir información en conocimiento? ¿Por qué renunciar a promover buenos hábitos con esa herramienta? ¿Por qué obedecer a normas que perjudican los procesos educativos del alumnado? Otro ejemplo: ¿por qué elegir un libro de texto cuando podría valer cualquiera, cada cuál el suyo? O materiales libres disponibles en la red. ¿Por qué ser agentes colaboradores necesarios y gratuitos del negocio editorial?
3

El currículum no es un techo al que llegar, es un suelo del que partir

La realidad desborda al currículum. Cada día. Cada hora. Centrarse en el currículum como meta es educar para el pasado. Y el pasado ya sucedió. No va a volver. Los futuros son impredecibles y cambiantes. No sabemos qué va a ser 2020 y solo faltan poco más de seis años... ¿Cómo se afrontan futuros inciertos y cambiantes? Con principios, no con metas. El currículum ha de ser una herramienta para asentar convicciones acerca de los valores y competencias que se quieren lograr. Y cuando lleguen, cuando esos futuros se vuelvan presentes, se abordarán con coherencia gracias a esas competencias y valores. Y, claro, gracias a las ideas que se hayan puesto en juego para desarrollar ambos. El currículum tiene un valor de uso. Pero su enfoque clásico (el "esto es lo que hay que saber para la vida") está obsoleto. Y debe ser sustituido por el de "usa esto para preparar tus valores y competencias para cualquier futuro que venga".
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