Celebramos 10 años de Debates de Educación dando voz a la comunidad educativa.
Miembro de la Graduate School of Education (posgrado en educación) de la universidad de Fordham y antigua inspectora escolar de las escuelas públicas de Nueva York.
De mi trabajo actual con equipos de profesores, he aprendido que la investigación colaborativa no sólo ayuda a los profesores a acelerar el aprendizaje de su(s) pequeño(s) grupo(s) objetivo, sino que también fomenta un clima escolar marcado por colaboraciones profesionales y altas expectativas para todos los alumnos. Formar y facilitar estos equipos es una experiencia emocionante y enriquecedora ya que los equipos pasan rápidamente de “ver” datos a embarcarse en un nivel más profundo de diálogo y de análisis de datos. Cuando los profesores usan su experiencia, sus conocimientos y sus asunciones para examinar datos sumativos, el trabajo de los alumnos, los registros continuos y otras fuentes de datos, ya no “ven” datos, sino que “construyen” significado compartido. A partir de este momento, los profesores ya no se preguntan a sí mismos ¿Qué estrategias deberíamos implementar en el aula para ayudar a los alumnos a realizar mejores redacciones? Sino ¿Qué estrategias deberíamos desarrollar para ayudar a los alumnos a desarrollarse como escritores? Es decir, los profesores buscan la raíz del aprendizaje e intentan, en última instancia, crear sistemas de datos que pongan a los alumnos en el camino del éxito.
He aprendido que, a menudo, la primera impresión se convierte en la impresión que queda; y esto es particularmente preocupante cuando un alumno o un padre interpreta los resultados de un examen. Por otro lado, cuando los profesores se toman el tiempo de informar a los alumnos sobre el objetivo y el uso de los resultados del test, e inician una conversación constructiva sobre los objetivos del aprendizaje, este mismo resultado puede convertirse en una motivación para continuar progresando. Así pues, cada vez más profesores utilizan estos resultados para ayudar a sus alumnos a desarrollar y escribir objetivos para todo el curso e hitos a alcanzar a corto plazo que son relevantes, que marcan un reto, pero que son realistas. Un objetivo de lectura de un alumno de primer grado: “Antes del verano seré capaz de leer libros tan largos como los que leen los alumnos de segundo grado” se convierte en un objetivo alcanzable cuando el profesor también ayuda al alumno con los hitos a corto plazo: “Esta semana, leeré [título y autor]… y el viernes se lo explicaré a mi compañero durante el taller”. Esta es una práctica que motiva, presenta retos y desarrolla la responsabilidad del alumno como aprendiz.