Celebramos 10 años de Debates de Educación dando voz a la comunidad educativa.
Soy doctor en Ciencias Económicas y profesor de Sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona. Participo en el debate público como colaborador en diversos medios.
Utilizo el término “ofuscación” en el sentido de no ver claro. Y es que aunque los “principios” suelen tener un sentido orientador de una acción crítica, también pueden funcionar de forma conservadora, como una manera de ahorrarse la incomodidad de contrastar críticamente el pensamiento con la experiencia. Lo podríamos aplicar a muchas dimensiones de la acción educativa, pero es plenamente útil para pensar en la cuestión del desarrollo de la responsabilidad individual. Los determinantes de la ideología educativa que han sido hegemónicos en nuestro país, han jugado en contra de la responsabilidad individual. Una cierta concepción ingenua del individuo, a quien habría que proteger de la sociedad para salvar su bondad original, ha hecho mucho daño. Si se educa para hacer posible un pensamiento libre, para “liberar al individuo de la tiranía del presente” como decía Cicerón, más que proteger, lo que hay que hacer es empujarlo hacia la sociedad, que se mezcle con ella, que se rasguñe, que se comprometa a cambiarla.
Creo que en una buena proporción, la motivación personal y el rendimiento académico tienen que ver con la asunción por parte de la institución escolar –y, por lo tanto, del profesorado y del alumnado– de una responsabilidad política, más allá de los intereses individuales de unos y otros. Tenemos educación pública porque al lado del derecho a ser educados, tenemos la obligación de educarnos. Cuando he tenido que transmitir esta idea que el rendimiento académico no sólo iba en beneficio propio sino de toda la comunidad, y que era un deber –me gustaría decir “patriótico”– la respuesta ha sido, en general, muy positiva. Pero también debo decir que se ha recibido con cierta sorpresa. “No nos lo habían dicho nunca”, suelen comentarme. Poner el rendimiento académico sólo en el plano de las ventajas personales, además de pobre, puede llegar a ser falso. En cambio, no es nunca un engaño, desde el punto de vista del interés general. Y hay que reforzar la idea que educarse es un deber, lo que yo llamo reivindicar la dimensión política de la educación.