Profesor de Sociología de la UAB y Catedrático de Educación y Desarrollo Internacional de la Universidad de Ámsterdam. Director del grupo de investigación Globalización, Educación y Políticas Sociales (GEPS).
Las 3 cosas que he aprendido
Equidad y calidad como objetivos inseparables
Los tiempos en los que equidad y calidad se entendían como un trade off de la política educativa han pasado. La investigación internacional nos muestra que no solo no hay incompatibilidad entre calidad y equidad sino que existe una relación positiva entre la equidad de los sistemas educativos y los resultados en las pruebas de competencias. Impulsar medidas para hacer más equitativos los sistemas educativos es, pues, una medida no solo necesaria desde el punto de vista de la igualdad de oportunidades y la justicia social, sino también desde el punto de vista de la eficiencia.
Equidad y calidad de sistema y políticas de subjetividad
Construir un sistema educativo equitativo y de calidad exige trabajar a dos niveles. De un lado, asegurando la máxima calidad y equidad del sistema. Esto tiene implicaciones sobre aspectos como la definición de los objetivos de aprendizaje, la distribución equitativa del alumnado –evitando su concentración excesiva– o la formación de un profesorado de calidad y con capacidad de innovación. Por otro lado, como nos recuerda Tedesco, las políticas de sistema deben ir acompañadas de políticas de subjetividad, suficientemente flexibles para dar sentido a la escolarización de los jóvenes y adolescentes. El fracaso escolar tiene más que ver con una crisis de sentido que con déficits de transmisión del currículum. Es importante que los alumnos más distanciados del sistema puedan construir un proyecto de vida y establecer las relaciones de confianza necesarias para dotar de sentido su paso por la escuela.
Construir equidad en la educación no formal e informal
Los espacios de aprendizaje fuera de la escuela son cada vez más decisivos en la formación de habilidades y competencias profesionales y sociales. La escuela, de hecho, pierde día a día protagonismo como institución central del aprendizaje en favor de los mecanismos informales que se activan a través de la tecnología y las redes sociales. Más allá de la necesidad de reinventar la escuela en este escenario, hay que tener en cuenta que la escuela puede ser infinitamente más igualitaria que la educación no reglada, cuyo acceso está fuertemente condicionado por los recursos económicos. Encontrar fórmulas que compensen las desigualdades sociales de acceso a la formación no reglada se convierte hoy en un requisito indispensable para asegurar un acceso equitativo y de calidad a la formación de habilidad y competencias que son necesarias tanto para el acceso al mercado de trabajo como para la misma inclusión social.
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