Celebramos 10 años de Debates de Educación dando voz a la comunidad educativa.
Soy del Raval, padre de dos niños de 14 y 11 años que estudian en la escuela pública de este barrio. Soy miembro de dos AMPA, una de las cuales contribuí a refundar desde cero. Actualmente soy presidente de Fapac.
Aunque decir eso sea una obviedad, es necesario repetirlo porque, en la práctica, no siempre se encuentran buenas estrategias para conseguir dicha incorporación, y tampoco resulta fácil. Pero debe hacerse, y debe hacerse desde las dos partes: desde los centros educativos y desde las familias. Una receta muy simple es hablar, comentar el día a día o establecer mecanismos de diálogo formales y no formales entre las familias y el profesorado. Es importante cuidar la relación entre el centro y cada una de las familias a través de tutorías, cuanto más frecuentes mejor (soy partidario de hacer, como mínimo, tres tutorías por curso) y cuidar también la relación entre la dirección del centro y la AMPA. Podemos discrepar, pero siempre desde el respeto y el mutuo reconocimiento. Valorar el trabajo de los maestros es fundamental y, de la misma forma, resulta clave valorar la labor educativa que puede llevar a cabo la familia.
El objetivo de la escuela no tiene que ser solo las notas de los alumnos, sino su educación. Cualquier padre o madre se siente atraído hacia la escuela cuando toca hablar de su hijo/a, y con más motivo si es para conseguir su éxito educativo. Si desde las escuelas y desde las AMPA somos capaces de encontrar un discurso coherente que vincule este éxito con el interés de la familia por los estudios de sus hijos ya habremos ganado mucho, y tendremos un 85% ganado si además somos capaces de darles pruebas tangibles de ello. Cualquier estrategia de acercamiento de las familias a la escuela debe pivotar sobre este eje y, en paralelo, toda estrategia de mejora del éxito educativo debe hacerse pensando en las familias y en contacto con las AMPA. Éstas son un capital social impresionante y pueden desempeñar un gran papel en la lucha contra el fracaso escolar. Todo depende de cómo funcionen y de cómo se trabaje con ellas desde la administración y las escuelas.
Si damos por bueno que la participación de las familias mejora tanto el funcionamiento de los centros como los resultados de los alumnos, la conclusión es lógica. Se trataría de hacer lo que contempla el marco legal actual, pero que no siempre se practica: consejos escolares decisivos y comisiones mixtas de temas importantes como el comedor. Eso como mínimo. Se deben explorar nuevas maneras de trabajo conjunto en la dirección de los centros que impliquen más a las familias y les obliguen a una presencia más real que testimonial. Hay que acabar con algunas reticencias y desconfianzas y ser capaces de construir una nueva arquitectura organizativa de los centros basada en la mutua confianza y en una presencia de las familias en ámbitos hasta ahora reservados a técnicos y a profesionales. Debemos dar facilidades e incentivos para que las familias se impliquen más y mejor en las escuelas.