Celebramos 10 años de Debates de Educación dando voz a la comunidad educativa.
He dedicado gran parte de mi vida profesional a la internacionalización universitaria. Desde hace dos años dirijo la Fundación Príncipe de Girona, dedicada a ofrecer apoyo a los jóvenes en todos aquellos aspectos críticos para su futuro.
He aprendido que la educación es prioritaria con dos objetivos muy distintos. Por un lado, es la base del progreso y permite que el conocimiento y la ciencia promuevan la evolución y la mejora de la sociedad y del mundo en el que vivimos. Pero, por otro lado, muy importante, sólo la educación nos da herramientas, como personas, para afrontar los retos que nos plantea la vida: tanto en Shanghái como en Palafrugell, la educación nos permite, por ejemplo, ser capaces de seguir viviendo dignamente después de la muerte del padre, del accidente de un hijo o de haber perdido el trabajo. Sin educación, estos retos de la vida llevan a la persona a situaciones sin salida, como puede ser una adicción o una alienación incurable. Este segundo objetivo no siempre lo tenemos en cuenta.
He aprendido que el mundo de la escuela, pero también el de la Formación Profesional y el de la Universidad, debe ser un espejo interactivo de la sociedad. No podemos cerrar los ojos ante lo que pasa, por ejemplo, en el mundo de la tecnología. Probablemente esto deba generar nuevos modelos de enseñanza y de aprendizaje, pero no es siempre fácil para un maestro que no es nativo digital entender cómo debe aprender un niño que sí lo es. En el mundo hay casos sorprendentes, como el de Singapur, que ha pasado de ser tercer mundo a primer mundo en una única generación: ¿cómo podía un maestro del tercer mundo educar a un niño del primer mundo?
Estoy absolutamente convencida de que la educación todavía es una palanca para la movilidad social. Ahora bien, tenemos que tener muy presente que una vez finalizada la etapa educativa hay que poner en marcha otras medidas que continúen asegurando la equidad. Solo un ejemplo: en el momento de contratar graduados superiores, las empresas acaban contratando casi siempre a través de una red de contactos. Eso implica que los jóvenes que no tienen en su entorno familiar y social más inmediato alguien con formación superior que les facilite este tipo de contactos raramente acceden a estos puestos de trabajo y, por lo tanto, no culminan el camino de la movilidad social que han iniciado con el proceso educativo.