Celebramos 10 años de Debates de Educación dando voz a la comunidad educativa.
Soy Catedrático de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación de la Universidad de Barcelona, actualmente Secretario de Políticas Educativas del Departamento de Enseñanza de la Generalitat de Catalunya y Presidente del Consejo Superior de Evaluación de Cataluña.
La clave de la buena gobernanza radica en:
-Analizar los contextos educativos (nacionales e internacionales), identificar sus necesidades y establecer con claridad “clústeres” (conjuntos integrados) de objetivos que el sistema debe alcanzar.
-Compartir y debatir con los agentes que operan en el sistema la importancia, necesidad y oportunidad de los objetivos. Priorizarlos.
-Organizar el conjunto del sistema.
-Obtener amplia información evaluativa. Análisis intensivo y desagregado de la misma. Devolución rápida y razonada a los agentes, a la comunidad y al conjunto de la sociedad.
-Profundizar en el conocimiento de la realidad educativa dibujada por el proceso evaluativo.
-Pactar y derivar acciones de mejora de carácter estratégico. Ayudar y acompañar a los operadores del sistema para desarrollar las acciones Exigir compromiso.
-Revisar nuevamente los resultados una vez aplicadas las acciones. Analizar su impacto.
-Reinterpretar la nueva realidad que se deriva y redefinir nuevos objetivos.
Posiblemente, la evaluación constituye el ámbito educativo que más ha evolucionado en los últimos diez años. Ante la lógica del control y de la petición de responsabilidades propias del siglo pasado (que siguen siendo importantes... pero subsidiarias), y ante la lógica de la mejora que continua siendo actual, la evaluación moderna pivota, fundamentalmente, en la construcción del propio objeto que hay que evaluar. No se puede pensar en gestionar un centro de calidad sin entender el papel nuclear que juega la evaluación en la definición y desarrollo del mismo.
Así pues, consideramos que evaluación y aprendizaje son las dos caras de la misma moneda y, por lo tanto, pensarlas por separado es una aberración. La evaluación es la tercera dimensión del aprendizaje y forma parte de su propio proceso, lo dota de profundidad y facilita procesos metacognitivos a los aprendices.
¿Con ello queremos decir que de la evaluación no se pueden derivar peticiones de responsabilidad? En absoluto. Pero contextualizadas en el contexto global de las dinámicas que determinan la acción de desarrollo para la mejora del objeto evaluado... nunca de forma aislada.
Con esta afirmación alertamos sobre la enorme responsabilidad que tienen los evaluadores. A la conceptualización de la evaluación como gran dinamizadora de los procesos de mejora y de construcción del propio objeto evaluado, hay que añadir su enorme importancia como generadora de valor.
Se genera valor, desde buen principio, cuando se decide evaluar esto y no otra cosa, y a aquello seleccionado se le asigna valor extra. Por lo tanto, debemos ser cuidadosos en la elección del objeto, pero sobre todo debemos ser especialmente cuidadosos con todos los aspectos éticos que rodean a la acción evaluativa. La evaluación debe conducir necesariamente a la construcción de un tipo de cultura específico: “la cultura evaluativa”.
Con la evaluación podemos dañar gravemente a personas e instituciones. Debemos gestionar los procesos evaluativos en marcos absolutamente respetuosos con la dignidad de las personas. La gente debe percibir que la acción evaluativa es, por encima de todo, un proceso de realización y no de humillación. Una evaluación llevada a cabo de forma poco ética acaba no evaluando sino devaluando, y nunca incorporará a los sujetos de su culturalización evaluativa. Si el objetivo último es la mejora... esta sólo se obtendrá si contamos con la voluntad y la emoción de la gente, que se deriva de sentirse inmersos en el mismo magma cultural.